miércoles, 26 de noviembre de 2008

sobre el perdon - primera parte

Primer obstáculo o el que no perdona se jode.

Casi todos, en mayor o menor medida, hemos atravesado situaciones en las que alguien nos ha lastimado. Algunos de estos daños pueden ser reales o imaginarios, pero en realidad eso mucho no importa. Las dos posibilidades ocasionan estragos en nuestras vidas. El rencor se apodera de nosotros. Los buenos momentos se degradan con solo recordar algún hecho o persona del pasado: ¡Hijo de puta, cómo pudiste hacerme eso!
En algunos casos nos negamos la posibilidad de perdonar, sin darnos cuenta que los grandes perjudicados somos nosotros.
Innumerables veces podemos perder la calma y la compostura con solo recordar una persona o situación. Nos cambia el humor y la cara cuando nos cruzamos en la calle con alguien que nos hirió hace muchísimo tiempo. Perdemos el sueño, las ganas de comer y la sonrisa. Muchos de nosotros recorremos hechos pasados, momentos en los que nos sentimos heridos y regresamos al presente enojados, llenos de ira, muchas veces con la triste posibilidad de trasladar ese mal-estar, y descargarnos con alguien que no tiene nada que ver con esa añeja situación. Algunos de nosotros deambulamos por la vida en una eterna y lastimosa procesión de quejas y deseos de venganza. Resistirnos a perdonar nos va consumiendo poco a poco. Se alimenta básicamente de nuestra alegría y tranquilidad. Por otra parte revolcarnos en el daño que nos causaron los demás nos impide reconocer nuestras propias faltas.

Podemos leer en el libro 12/12:
"No obstante, estos obstáculos son sin duda realidades. El primero, y uno de los más difíciles de superar, tiene que ver con el perdón. En cuanto empezamos a pensar en una relación rota o retorcida con otra persona, nos ponemos emocionalmente a la defensiva. Para evitar mirar los daños que hemos causado a otra persona, nos enfocamos con resentimiento en el mal que nos ha hecho. Nos resulta aun más fácil hacerlo si, en realidad, esta persona no siempre se ha comportado bien. Triunfantes, nos aferramos a su mala conducta, convirtiéndola en el pretexto ideal para minimizar o ignorar nuestra propia mala conducta.
En este preciso instante tenemos que echar el freno. No tiene mucho sentido que seamos nosotros quienes tiremos la primera piedra. Recordemos que los alcohólicos no son los únicos aquejados de emociones enfermas. Además, por lo general, es un hecho innegable que nuestro comportamiento cuando bebíamos ha agravado los defectos de otras personas. Repetidamente hemos agotado la paciencia de nuestros más íntimos amigos, y hemos despertado lo peor en aquellos que nunca nos tenían en muy alta estima. En muchos casos, estamos en realidad tratando con compañeros de sufrimiento, gente cuyos dolores hemos aumentado. Si ahora nos encontramos a punto de pedir el perdón para nosotros mismos, ¿por qué no empezar perdonándolos a todos ellos?"
(Libro 12 Pasos 12 Tradiciones - Página 76 - Octavo Paso)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quiero compartir sobre El Perdón, cuánto me costó encontrar el perdón a mi esposa durante muchos años (15 años) Durante años estuve resentido y este fue muchas veces la causa de mis recaídas con el alcohol(como nos dice la literatura: El Resentimiento es el Mayor Opresor del Alcohólico)No fue hasta mi tercera recaída después de 7 años sin beber y con una asistencia regular a AA; cuando con la ayuda del padrino me puse a trabajar sobre el perdonar a mi esposa que ya tenía 10 años de muerta. Como perdonarla si ya no está aquí me pregunte? Con la guía de la comunidad de AA y la oración encontré el perdón hacia ella. Tan solo comencé a pensar en las virtudes de ella y no en las debilidades y así comencé a expresarme bien de ella. Fue hasta allí que poco a poco fui encontrando el Perdón. El día de hoy estoy en paz y me recuerdo de ella con agradecimiento y cariño.
Carlos M